La tracción vertebral manual es una de las técnicas más antiguas utilizadas en fisioterapia para el tratamiento del dolor y las disfunciones mecánicas de la columna vertebral. Su aplicación ha evolucionado con el tiempo, adaptándose a los avances en biomecánica y neurofisiología, pero sin perder su esencia terapéutica. Aunque el uso de dispositivos mecánicos y tecnológicos ha cobrado protagonismo, la tracción manual sigue siendo una opción relevante en el tratamiento de diversas patologías, como la hernia discal, la espondilosis y la radiculopatía.
Este artículo revisa la evidencia científica sobre la eficacia y vigencia de la tracción vertebral manual, destacando sus beneficios, mecanismos de acción y su papel en la fisioterapia contemporánea.
La tracción vertebral manual consiste en la aplicación de una fuerza externa que separa progresivamente las vértebras, con el objetivo de reducir la compresión sobre estructuras neurales y articulares. Se ha descrito que su acción terapéutica se basa en varios mecanismos fisiológicos:
La tracción manual ha demostrado ser útil en diversas patologías de la columna vertebral, especialmente en aquellas de origen mecánico y compresivo. Sus principales indicaciones incluyen:
La literatura científica respalda el uso de la tracción vertebral manual en múltiples afecciones musculoesqueléticas. Un estudio publicado en Scielo reportó que la tracción manual en pacientes con radiculopatía cervical mostró una reducción significativa del dolor y una mejora en la función neuromuscular en comparación con el tratamiento convencional [1].
Otros estudios han indicado que la combinación de tracción manual con terapia manual y ejercicio terapéutico potencia sus efectos, mejorando la funcionalidad y reduciendo la necesidad de medicación analgésica.
Sin embargo, algunos metaanálisis sugieren que la eficacia de la tracción puede ser variable dependiendo de la duración, frecuencia y tipo de aplicación. Factores como la edad del paciente, la cronicidad del cuadro y la coexistencia de otras patologías pueden influir en los resultados clínicos.
Existen dos modalidades principales de tracción vertebral: manual y mecánica. Ambas buscan el mismo objetivo terapéutico, pero presentan diferencias clave:
La tracción manual ofrece una ventaja importante en términos de sensibilidad y control, ya que permite al fisioterapeuta adaptar la técnica en función de la respuesta del paciente.
A pesar de sus beneficios, la tracción vertebral manual no está exenta de contraindicaciones. Su uso debe ser evitado en:
Es fundamental realizar una evaluación previa para descartar cualquier condición que pueda comprometer la seguridad del paciente.
El procedimiento de tracción manual varía según la región de la columna afectada:
La formación en tracción vertebral manual sigue siendo relevante en la fisioterapia moderna. Su capacidad para aliviar el dolor, mejorar la movilidad y optimizar la función neuromuscular la convierten en una herramienta valiosa, especialmente cuando se combina con otras estrategias terapéuticas.
Si bien su eficacia puede variar en función del paciente y la patología, la evidencia clínica respalda su uso en trastornos musculoesqueléticos, destacando su efectividad en condiciones como la radiculopatía, hernia discal y síndrome facetario. Su correcta aplicación requiere una evaluación previa exhaustiva y un dominio técnico adecuado para maximizar los beneficios y minimizar los riesgos.