La fascitis plantar es una de las causas más comunes de dolor en el talón, afectando tanto a población activa como sedentaria. Esta patología, que involucra la inflamación o degeneración de la fascia plantar, puede comprometer gravemente la funcionalidad del paciente si no se aborda de manera temprana y eficaz. El tratamiento fisioterapéutico de la fascitis plantar requiere una valoración exhaustiva que permita identificar los factores biomecánicos y funcionales implicados en su aparición y persistencia.
En este artículo se expone una guía clínica optimizada para fisioterapeutas basada en evidencia actual sobre la valoración y el tratamiento de la fascitis plantar, destacando las herramientas diagnósticas más eficaces y las estrategias terapéuticas con mayor respaldo científico.
La fascia plantar es una estructura de tejido conectivo que se extiende desde el calcáneo hasta la base de los dedos, colaborando activamente en la estabilización del arco longitudinal del pie. Su sobreuso o tracción excesiva genera microtraumatismos repetitivos que desencadenan procesos inflamatorios o degenerativos, conocidos como fascitis plantar o fasciopatía plantar en su fase crónica.
Entre los factores predisponentes más frecuentes se encuentran:
El conocimiento de estos elementos es esencial durante la valoración clínica del paciente.
La exploración debe orientarse a determinar el grado de afectación funcional, identificar la causa subyacente y guiar el tratamiento más adecuado. La anamnesis detallada y la inspección física permiten establecer hipótesis diagnósticas certeras.
La evidencia actual respalda un enfoque multidimensional que incluya tratamiento sintomático, corrección biomecánica y reeducación funcional. A continuación, se describen las herramientas más utilizadas y efectivas desde la fisioterapia.
El tratamiento inicial suele incluir liberación miofascial de la fascia plantar, gemelos y sóleo, estiramientos pasivos y técnicas de movilización articular para restaurar la mecánica del tobillo y pie.
La combinación de masaje profundo transverso, manipulaciones articulares y estiramientos guiados puede generar alivio temprano del dolor y mejorar la elasticidad del tejido.
Fundamental en la fase de recuperación y prevención de recaídas. El protocolo más citado en la literatura incluye:
Los ejercicios deben progresar desde descarga a carga total, incluyendo actividades funcionales que simulen la demanda del paciente (caminar, correr, saltar).
Dentro de las herramientas complementarias, destacan:
Aunque su uso aislado no está recomendado, sí son útiles como complemento de la terapia activa.
Técnicas como la punción seca y la electrólisis percutánea intratisular (EPI®) han mostrado alta efectividad en casos crónicos y refractarios. La EPI® permite una estimulación controlada del proceso reparativo mediante corriente galvánica, guiada por ecografía, favoreciendo la regeneración del tejido degenerado.
Estas intervenciones deben ser realizadas exclusivamente por fisioterapeutas formados en técnicas invasivas y con el consentimiento informado del paciente.
El uso de plantillas personalizadas que corrigen la hiperpronación o distribuyen la carga de forma homogénea puede ser clave en pacientes con alteraciones estructurales. Asimismo, el uso de vendajes funcionales o taping neuromuscular puede contribuir al alivio del dolor en fases agudas y durante la actividad física.
Aunque el tratamiento conservador es eficaz en la mayoría de los casos, se estima que un 5-10% de los pacientes no responde adecuadamente, siendo candidatos a cirugía. Entre las técnicas quirúrgicas más comunes están la fasciotomía parcial o la liberación endoscópica de la fascia.
El fisioterapeuta tiene un rol importante en la detección de signos de alarma y en la preparación prequirúrgica y rehabilitación posoperatoria, que también debe incluir progresión de carga, control del edema y restauración funcional progresiva.
Para evitar la cronificación o recurrencia del cuadro, es imprescindible trabajar sobre los hábitos posturales, gestos técnicos y factores de riesgo biomecánico del paciente. Un plan educativo y preventivo debe incluir:
FisioCampus ofrece una amplia gama de cursos enfocados en el tratamiento integral del pie y tobillo, entre los que destacan:
Estos programas de formación permiten al fisioterapeuta actualizar sus conocimientos, aplicar intervenciones basadas en la evidencia y aumentar su competencia clínica.
La fascitis plantar es una afección frecuente y potencialmente incapacitante si no se aborda de forma integral. La combinación de una valoración biomecánica exhaustiva, estrategias de tratamiento fisioterapéutico activo, y técnicas avanzadas como la fisioterapia invasiva, permite alcanzar mejores resultados en términos de alivio del dolor, recuperación funcional y prevención de recidivas.
El papel del fisioterapeuta es clave no solo en el tratamiento, sino también en la educación del paciente, la modificación de factores de riesgo y la reintegración segura a la actividad física o laboral.