El esguince de tobillo es una de las lesiones más prevalentes del aparato locomotor, afectando tanto a deportistas como a personas físicamente activas en general. Se produce habitualmente por un mecanismo de inversión forzada, que afecta especialmente al ligamento peroneoastragalino anterior. Los esguinces grado I y II, que implican distensión o rotura parcial de las fibras ligamentosas, pueden generar dolor, inestabilidad funcional y un elevado riesgo de recurrencia si no se tratan adecuadamente.
El método Mulligan ha ganado relevancia en la última década como intervención fisioterapéutica dentro del abordaje de estas lesiones. Esta técnica de terapia manual se basa en la movilización articular acompañada de movimiento activo, con el objetivo de restaurar el rango funcional sin generar dolor. Este artículo analiza la aplicación del método Mulligan en esguinces de tobillo grado I-II, destacando su eficacia, técnicas específicas y beneficios clínicos.
El concepto central del método Mulligan es la “movilización con movimiento” (MWM, por sus siglas en inglés), que consiste en la corrección de posibles desplazamientos articulares menores que estarían limitando el movimiento o causando dolor. A través de una fuerza manual aplicada por el fisioterapeuta, en una dirección específica, se busca restablecer la biomecánica articular mientras el paciente realiza un movimiento activo.
Este método se diferencia de otras técnicas de terapia manual por su énfasis en la participación activa del paciente y la ausencia de dolor durante el tratamiento. El objetivo es restablecer el patrón normal de movimiento, disminuir la hipersensibilidad y mejorar la funcionalidad general.
En el caso del tobillo, la técnica más utilizada es la movilización con deslizamiento anterior de la tibia sobre el astrágalo durante la dorsiflexión activa. Esta maniobra se realiza comúnmente con el paciente en posición bípeda, con carga parcial o completa, y puede complementarse con el uso de bandas elásticas o vendajes neuromusculares.
El método Mulligan está indicado para pacientes con esguinces de tobillo grado I-II en fase subaguda y crónica. Sus principales objetivos terapéuticos incluyen:
Asimismo, puede utilizarse como complemento a otras estrategias terapéuticas como el fortalecimiento muscular, el entrenamiento propioceptivo y la reeducación funcional en deportistas.
En la práctica clínica, la técnica se aplica generalmente en posición de carga para replicar las condiciones funcionales del paciente. El fisioterapeuta realiza un deslizamiento posteroanterior del peroné distal con respecto al astrágalo mientras el paciente realiza dorsiflexión activa del tobillo. La maniobra se repite varias veces, usualmente en series de 6 a 10 repeticiones, y se evalúa la respuesta inmediata en términos de rango de movimiento, dolor y funcionalidad.
Una de las ventajas del método es que permite comprobar in situ la eficacia de la técnica, ya que el alivio del dolor y la mejora del movimiento suelen ser inmediatos si se aplica correctamente.
Esto permite personalizar el tratamiento y ajustar la dirección, fuerza y amplitud de la movilización en tiempo real.
La aplicación del método Mulligan en esguinces de tobillo produce beneficios fisiológicos a nivel articular, neuromuscular y propioceptivo. Entre ellos destacan:
Estos efectos se traducen en una mejora global del patrón de movimiento y en una recuperación más rápida y segura.
La revisión de estudios clínicos controlados demuestra que el método Mulligan es una estrategia eficaz y segura en el tratamiento de los esguinces de tobillo grado I y II. Se han observado mejoras significativas en parámetros como la dorsiflexión activa, la velocidad de la marcha, la percepción de estabilidad articular y la reducción del dolor, en comparación con tratamientos convencionales o placebo.
Adicionalmente, los beneficios clínicos del método Mulligan suelen mantenerse en el tiempo, especialmente cuando se combinan con programas de fortalecimiento y entrenamiento propioceptivo.
Si bien la evidencia es aún limitada en cuanto al largo plazo, los datos actuales respaldan su inclusión como parte del abordaje multidisciplinario en las lesiones ligamentarias del tobillo.
Para la implementación efectiva del método Mulligan, el fisioterapeuta debe estar adecuadamente formado en la técnica y familiarizado con la evaluación funcional del tobillo. Es esencial una correcta valoración inicial del rango de movilidad, sensibilidad y estabilidad, así como la identificación de contraindicaciones como fracturas, infecciones o lesiones severas no estabilizadas.
El tratamiento debe integrarse dentro de un plan de rehabilitación más amplio, que incluya ejercicios de fortalecimiento, equilibrio, reeducación de la marcha y, cuando corresponda, estrategias de retorno deportivo progresivo.
También se recomienda el uso de escalas funcionales como la AOFAS (American Orthopaedic Foot and Ankle Score) y herramientas subjetivas como el cuestionario Foot and Ankle Ability Measure (FAAM) para monitorizar los progresos.
El método Mulligan se presenta como una técnica eficaz y de bajo riesgo para el tratamiento de esguinces de tobillo grado I-II. Su enfoque activo, basado en la corrección biomecánica sin dolor, permite restaurar la movilidad, mejorar la función articular y reducir los tiempos de recuperación. Además, al facilitar la participación activa del paciente, promueve la adherencia al tratamiento y fortalece el control motor.
Su aplicación clínica requiere formación específica, razonamiento terapéutico adecuado y una integración funcional con otros componentes del tratamiento integral fisioterapéutico. Su inclusión como parte de protocolos de rehabilitación modernos está justificada por la evidencia científica actual y por su impacto positivo en los resultados clínicos.